Los sistemas inteligentes se habían “humanizado” hasta tal punto, que no sólo simulaban a nivel físico un ser humano, sino también a nivel emocional. Su forma antropomórfica estaba recubierta de una piel sintética, y formada por materiales como el grafeno, el platino, el acero, el cristal metálico, el polímero translúcido y los microfluidos.
Todos ellos materiales de gran resistencia para sus mecanismos estructurales, los que daban forma al esqueleto y el armazón, pero también tenían partes blandas capaces de una deformación casi muscular. A nivel de conciencia y emociones, los androides tenían incorporados componentes “emotivos” como indicadores de estado, “sentir ira” o “sentir miedo” como otros aspectos de la naturaleza humana, era posible gracias a un sistema de retroalimentación que les permitían tener conocimiento de su propio “yo”, reconociendo sus estados internos.
Por lo tanto, su sistema emocional y racional se complementaban de tal manera, que tenían su propia autonomía y toma de decisiones. Pensaban como humanos a través de unas redes neuronales artificiales, actuaban como humanos imitando su comportamiento, y todo ello deribaba a conductas inteligentes. Además de todo esto, imitaban de manera convincente la libertad de gestos y movimientos humanos.