“Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”
Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo.
Estaba lloviendo sobre una calle empedrada de Barcelona. Las gotas de lluvia caían cansadas hacia el suelo, chocando entre sí, y chapoteando en el agua ya acumulada por el transcurso de toda el día. Mis botas de agua de color azul marino, brillaban por el reflejo de la luz mortecina de una farola. Las gotitas prendidas en la superficie húmeda de mis zapatos, titilaban al igual que pequeñas estrellas bajo el manto oscuro de la noche. Resbalaban divertidas por el tobogán de plástico hacia el suelo, donde se reunían junto a sus hermanas.
Ensimismada contemplaba cómo los charcos vibraban bajo el impacto de aquellos minúsculos proyectiles líquidos. Por cada impacto, unas ondas se expandían por la superficie, aunando la creación de dichas formas geométricas, con el sonido rítmico del agua al caer, y mi atención absoluta. Todo al mismo compás.
Me fijé en que una hoja de árbol había quedado atrapada en una grieta. Daba vueltas y vueltas en un bucle infinito de corrientes subacuáticas. El tiempo se detuvo en aquel instante, en aquella lucha de la hoja por liberarse del caos, contra un remolino de agua que le impedía proseguir su camino libre calle abajo.
De repente la furia de un trueno se desencadenó imponente en el cielo nocturno, cargado y eléctrico, rompiendo el monótono ritmo de la lluvia al caer, pero pese al retumbar del trueno, una paz se había instalado en mí. Era como un sentimiento de comunión con mi naturaleza más primitiva, que me elevaba de mis propios pensamientos hasta el silencio sepulcral de la nada, como si la hoja, el agua al caer y yo nos hubiéramos fundido…
-¿Anna? -pasaron largos segundos – ¿Anna?, – volvieron a llamar esta vez más alto – ¡Anna!
– ¡Sí! – fue la respuesta automática, haciéndome volver de golpe a la realidad.
-¿Has visto pasar un ángel?
-Puede… -le sonreí tímidamente.
¿Te ha pasado alguna vez, estar abstraído en tus pensamientos, con la mirada perdida en un punto fijo? Seguramente sí. Son esos instantes, cuando a uno le suelen preguntar retóricamente si ha visto pasar un ángel. Una manera de “despertar” al que está distraído en su mundo, y volver a traerlo a la “realidad”.
Al contar un relato, predisponemos al lector a identificarse de algún modo con un cierto estado emocional. Contribuimos a una mayor comprensión de lo que queremos transmitir, porque cuando contamos una historia, de alguna manera algo nos une, y nos hace empatizar con ciertos estados de ánimo. Así pues, ¿cuál es nuestra meta? Fácil, queremos conseguir una conexión auténtica y humana con la audiencia.
“Un pajarito me ha dicho…”, que contar una historia acerca de un producto o servicio, es el arma más poderosa para incrementar su valor. El must-have de la comunicación es sin duda el storytelling. ¿Por qué?
- Porque genera confianza con el cliente.
- Porque son fáciles de recordar.
- Porque apelan al lado emocional.
- Porque crean una atmósfera propicia.