Liam y Vega estaban reunidos con su maestro Solomon, repasando por enésima vez el plan de fuga. Sentados alrededor de una mesa redonda, se abría un holograma simulando el interior de la cápsula maestra. Una vez allí se mostraba cuál sería la dirección a seguir hasta el ascensor tubular. El Maestre sería el encargado de provocar la ocasión adecuada para que Liam y Vega accedieran dentro. Haría saltar todas las alarmas de la ciudad, y consecuentemente el mando mayor daría la voz de alarma haciéndolos llamar, momento en el que los hermanos accederían dentro de la cápsula sin levantar sospechas.
Solomon había estado entrenando sus capacidades psíquicas y mentales a fin de estar preparado para poder lograr la acumulación de fuerza mental necesaria. Esta energía, en forma de ondas electromagnéticas, desestabilizaría la energía que fluía desde el núcleo terrestre. De esta manera crearía una especie de cortocircuito interno en toda la ciudad, incluida por añadidura, la cápsula maestra.
El sabio Solomon, era un anciano de 88 años nacido en Under Legacy, sin embargo nada tenía en común con el carácter de la ciudad, como cabría esperar de un miembro de la Orden Omega. Poseía unas técnicas propias de la meditación que le servían para aumentar su energía a vibraciones muy altas, incluso tan elevadas como para poder convertirse en luz. Su poder era abrumador. No obstante sus motivaciones eran honestas, y sólo desataría su supremacía en el caso extremo de que las circunstancias lo pusieran entre la espada y la pared.
Por un lado, custodiaba un poderoso legado y por lo tanto tenía la responsabilidad de preservarlo con su vida si fuera necesario. Por otro lado, debía transmitirlo a sus discípulos para que nunca se perdiera. Por ese motivo eligió proteger a dos jóvenes huérfanos. Los escogidos fueron Liam Fox y Vega Polanski, a los que educó y formó con disciplina y amor paternal, ya que también los adoptó como padre. Al igual que sus dos alumnos, luchaba por conceptos abstractos e intangibles como la dignidad y los derechos humanos, la libertad y la igualdad, sin responder ante nada más que a su propia consciencia. Valores y antiguas ideas que parecían permanecer a otra época. Ejercía su influencia a todos los ciudadanos de la ciudad a través de su posición social como representante parlamentario. A través de esa facción del gobierno, y gracias a su cargo público se granjeaba tanto amigos como enemigos. Pero sin duda el peor y más peligroso de todos era Akuma Gesher, su mayor oponente político.
Aunque el grupo de poder, que conformaba la oligarquía elitista de la ciudad era corrupta, Solomon creía en el deber personal. Consideraba que aportaba su granito de arena para que la política no se convirtiera en una búsqueda encarnizada de éxito, poder y riqueza. No se debía admirar el poder en sí mismo. La idea de la búsqueda del poder tecnológico tenía que estar subordinada a la razón y al amor, para no usarlo con brutalidad ni crueldad. Y si bien el maestro participaba en la vida pública de su ciudad, para él la ética era más importante que la política o la religión, ya que dentro de sí, siempre anteponía el legado. Lo había heredado por la sociedad secreta, de la que él era su máximo representante actual como Maestre de la Orden Omega.
Había tratado por todos los medios de inculcar este legado a sus discípulos, y de mantenerlo a salvo, hasta que se enteró de los planes secretos de Akuma Gesher. Aquella mujer era capaz de arrasar con todos los recursos del planeta si fuera necesario, sólo para fines lucrativos, y en último término para hacerse con la fórmula de la inmortalidad. Así que había llegado el momento de la acción. Debía desprenderse del códice y el pergamino sagrado, y entregárselos a sus dos hijos. Así que ellos deberían encontrar el camino que les llevaría a Kybalion, la ciudad secreta. Deberían atravesar los portales tridimensionales, hacia diferentes lugares del planeta, y encontrar cada fragmento que conformaba la llave. Sólo con la totalidad de la llave, se abriría el último portal hacia las puertas de la ciudad prometida: Kybalion. El objetivo era avisar a Erleak, líder de la ciudad sagrada para pedirle ayuda, en contra de los planes de Akuma.
-Vuestros destinos, amados hijos, junto con vuestras vidas, siempre han ido de la mano. Debéis cumplir con el propósito que tenéis en la vida, tan largamente postergado. – El maestre hablaba pausadamente, pero con una fuerza inusitada en la voz para una persona tan mayor. -Así fue escrito por la Orden Omega, -prosiguió mirando a sus hijos con ojos sabios, -hace miles de años, cuando los Textos Milenarios y sus Nobles Verdades predijeron los elegidos para salvar a la humanidad, y liberarla de las garras depredadoras de los hombres cínicos y déspotas -explicaba mientras se masajeaba las sienes con ambas manos, en un gesto muy recurrente en él durante las últimas semanas. Posiblemente debido al cansancio mental que llevaba acumulando desde hacía mucho tiempo.
-Recordad que el pergamino os guiará en vuestro camino, os dirá donde se encuentran los portales, pero sólo el códice os dará las respuestas a vuestras preguntas. Cuando os encontréis perdidos, y dudéis de cómo superar las pruebas que se interpondrán en vuestro avance, la sabiduría depositada a lo largo de generaciones de maestros, os dará la respuesta que necesitáis. Nunca olvidéis, que un río puede trazar muchos meandros, pero su destino siempre será el mar. Lo mismo es para vuestro destino, y el legado que llevaréis en vuestras manos, así que jamás perdáis la fe. Que la luz os guíe y el amor que está en mi corazón, os de calor y aliento en los momentos difíciles.
-Gracias papá, – dijo Vega intentando disimular unos ojos vidriosos, mientras apretaba los dientes en un gesto muy suyo, que siempre hacía de manera inconsciente para contener las lágrimas que pugnaban por salir. -Prometo que daremos con la llave, cueste lo que cueste. Llegaremos a Kybalion.
Vega quería con verdadera locura a su padre, también a su hermano. Desde siempre había sido una persona idealista. Creía que su sociedad vivía en un mundo demasiado cómodo y satisfecho con tan poco, en comparación con su curiosidad tan hambrienta y exigente. Se preguntaba cuál era el origen del mundo, del tiempo y las estrellas. De vez en cuando se sumergía en tales cuestiones trascendentales, que la conducían a pensamientos sobre el sentido de la vida, cuestiones que la inquietaban. Ahora ya de adulta, era una mujer que había encontrado algo de paz y equilibrio, algo de profundidad había ganado en su vida. A su vez, Solomon con su cariño paternal, sus consejos y sus libros clandestinos, influyó y agrandó su visión del mundo, a través de otras perspectivas, mirando a través de otros ojos. Entendiendo que la verdad nunca era una sola, porque nunca existía una respuesta totalmente correcta o acertada.
Y le regaló las alas de la imaginación. Un recuerdo de su infancia cruzó su mente, en la que estaba ella sentada en el regazo de su padre, manteniendo una de sus numerosas charlas de salón.
-¿Papá crees que los sueños de las personas se pierden si pasa mucho tiempo? -Vega había estado leyendo un libro de aventuras, donde el protagonista, un científico llamado Alexander Von Humboldt, tenía el sueño de viajar a Ecuador para escalar un volcán. La madre del científico, que era distante y fría, le retenía en su Alemania natal, por eso cada año postergaba su sueño, pensando incluso en llegar a renunciar a él para siempre.
-Sólo se pierden cuando se deja de creer en ellos. -contestó su padre algo extrañado. -Déjame pensar. Veamos, un sueño hija mía, es como un pájaro encerrado en una jaula de oro, hermoso pero triste si no es libre. Hay que buscar la manera de abrir la puerta de esa jaula de oro -contestó sonriendo a Vega.
-Ya… pero ¿qué pasa si el pájaro no la consigue abrir?
-Entonces… -dijo meditativo Solomon, masajeando su barbilla. -Supongo que el pájaro, al cabo de mucho tiempo se olvida de que quería salir a volar.
En la historia del aventurero, después de mucho tiempo, Alexander el científico pudo realizar el viaje. Sólo cuando su madre murió, se sintió libre de irse. Algún día ella también querría explorar el exterior del planeta, ese era su sueño pero sabía que estaba prohibido salir fuera.
-Pudiera ser que el pajarito, también estuviera aterrado por el miedo a que sus alas fallasen una vez abierta la puerta de su jaula -añadió el padre en un intento de averiguar qué se le habría metido en la cabeza a su hija.
-Entonces mejor que se quede en la jaula. ¿Y si se queda en la jaula? -preguntó Vega.
-Entonces no es un pájaro, y si lo es, el piensa que no, que es lo mismo. Te diré una cosa hija mía, todos los pájaros nacen con alas, porque su propósito en la vida es volar.
Pero ahora debían dejar los discursos de despedida y las muestras de afecto a un lado, para centrarse en el pergamino. El rollo sagrado de piel de cordero, envuelto en la fina tela de lino, había sido custodiado durante generaciones por un linaje de poderosos guías. Los análisis de carbono catorce databan aquella reliquia de entre el siglo III ac. y el 68 dc. Se trataba de una antiguo mapa que indicaba donde se encontraba la ciudad perdida de Kybalion. Lugar sagrado donde se habían refugiado aquellos hombres y mujeres desaparecidos la faz de la Tierra durante el Apocalipsis. Aquellas personas eran los kybalitas.
El pergamino había sido rescatado en la ciudad de Megido, cerca de las orillas del Jordán, cuando se disputaba la última batalla entre las fuerzas del bien y del mal. Un valiente Maestre de la Orden Omega, lo ocultó y lo llevó consigo escapando con él de las llamas de un descomunal incendio. Gracias a aquel Maestre y muchos detrás de él, llegó intacto a manos del actual custodio, Solomon.
Eso era todo, la suma total de todo lo que poseía el guía y profeta Solomon, que vivía en una austera pero elegante cápsula del viejo distrito; un rollo de pergamino antiguo y un códice secreto. Eso, y los conocimientos, la habilidad, la inteligencia, la decisión y el valor. Y un plan.