Las alarmas de nivel dos se habían disparado, resonando insistentemente dentro de la cápsula maestra. Entre tanto un empleado corría a avisar a un comandante, que a su vez llamaba al mejor técnico que tenían, para solventar la insólita situación.
-Fox, diríjase al puente de mando. Se han de regular unos sensores del ascensor tubular que se han visto afectados por la interferencia magnética. Tendrá un permiso temporal extraordinario para acceder al perímetro, ¡dese prisa! – ordenó con urgencia aquella voz al otro lado del teléfono.
El alto mando se retorcía nerviosamente las manos y no era para menos, era la primera vez que se disparaban las alarmas del sistema de seguridad. Aquella cápsula que más bien parecía una habitación acorazada de acero blindado, estaba dotada de todas las medidas conocidas de alta seguridad. Se accedía a través de la huella digital, y otras claves ultrasecretas que sólo conocían un grupo muy reducido de personas. Se trataba de un espacio oval, con las paredes forradas literalmente de pantallas de televisión, conectadas a satélites, radios, ordenadores y procesadores de datos, protegidos a su vez por sistemas antihackers a nivel global.
Toda aquella información contenía la fuerza para hacer caer el gobierno, para someter a personas muy influyentes, o incluso para establecer la paz en una comunidad, o por el contrario hacer estallar una guerra. Las imágenes se sucedían una tras otra en aquellos paneles de plasma, observados constantemente por aquellos que poseían en sus manos la capacidad de hacer o deshacer según su criterio los designios de un país e incluso de la humanidad.
Todo aquello era lo que había tras aquella puerta prohibida, y por supuesto, el ascensor que unía el submundo con el exterior.
Liam Fox alerta ante todo lo que sucedía a su alrededor, intentaba conservar la calma, pues era consciente de que el éxito o el fracaso del minucioso plan trazado con su maestro, dependía únicamente de si conseguía escapar al exterior. Si cometía algún error, echaría por la borda la misión y el legado que se le había otorgado.
-Inmediatamente – contestó al teléfono y continuó diciendo – necesitaré a Vega Polanski para este trabajo. El nivel de riesgo es demasiado alto sin la supervisión de la doctora.
-¡De acuerdo, que alguien avise a la doctora Polanski de inmediato! – tronó mirando a uno de sus subordinados.
Vega Polanski era una guapa pelirroja, bastante joven para ser una científica consagrada, pues acababa de cumplir los 34 años. Sin embargo era la mejor en su categoría. Su personalidad, quizá demasiado curiosa ya desde niña, acababa casi siempre con la paciencia de su maestro, al que cosía constantemente a preguntas. Sus ojos de un asombroso color dorado como los lobos, transmitían una mirada soñadora.
Ella y Liam se criaron juntos en el distrito K020, el suburbio más viejo de la gran cosmópolis, originariamente un hosco y frío búnker donde se refugiaron los supervivientes del Apocalipsis. Eso fue hace mucho tiempo atrás, un siglo para ser exactos. Liam y Vega eran los nietos de los tatarabuelos, aquellos que escaparon del terrible final. Pero de eso habían pasado ya diez generaciones y entre tanto, el búnker quedó relegado a la categoría de casco antiguo. Una zona de antiguallas dejada atrás, que ahora consistía en un marginal suburbio de la poderosa metropólis de Under Legacy.
Únicamente existía un acceso viable que comunicara con el exterior de la ciudad, porque el otro que había situado en el viejo distrito, hacía ya mucho tiempo que estaba sellado. Así que el ascensor tubular situado dentro de la cápsula maestra, era la única puerta de acceso a la superficie del planeta. El mismo que ahora tenía unos sensores dañados, y debían ser reparados con urgencia.
-¡Vega que rápido has venido! – exclamó Liam aliviado, pues su hermana siempre lograba calmar su espíritu. -Vamos dentro y recemos para que el plan salga como acordamos – le dijo acercándose al oído, inquieto por si hubiera alguien cerca que le pudiera oír.
Una vez dentro se dirigieron hacia el ascensor, con la intención de escapar por él, pero escondidos entre las sombras habían tres androides que se adelantaron hacia ellos, apuntándoles con sus armas atómicas. Liam Fox y Vega Polanski se detuvieron ante ellos, levantando las manos en un inconfundible gesto de sumisión.
-Den un paso más, y serán aniquilados por orden de la presidenta Akuma Gesher.