Es bueno que la personalidad de los personajes tengan algo de profundidad para poder transmitir sus emociones al lector. Deben seducir al espectador, enseñándole con ejemplos, contextualizando, obligándole a uno a ver las cosas diferentes a través de la mirada del que escribe. La mirada subjetiva que ha educado al leer, haber visto cine, y tener referencias a través de lo que ha absorbido del mundo. Hace falta tener un background interior, porque cuando el escritor redacta, lo hace expresando relecturas de lo clásico y lo sabido.
La historia tiene que inspirar, generar conversaciones, tener impacto positivo y provocar cambios. Comunicar algo que resulte interesante a los demás.
Siempre se deja una huella personal, que hace que se pueda conectar con el público, pero que también provoca un compromiso muy fuerte por el trabajo realizado, ya que es un altavoz de la voz del escritor, al intentar que la historia o el trabajo realizado, tenga un sentido, un significado. Aunque los personajes sean ficticios e inventados, para el escritor son personas de carne y hueso, con sentimientos, emociones y sueños.
El storytelling no puede ser abandonado a manos de mercaderes, merece de un enfoque artístico y un espíritu de sabiduría.
Nos gustan esas historias que se fijan en las cosas que ya nadie se fija, que nos ayudan a entender el mundo y a formar un juicio. Aquellas que educan nuestro ser interior, y son capaces de hacernos ver lo bonito, la belleza y la magia casi en cualquier lado.