Nadie le explicó antes de nacer lo que esperaría en la vida. Por ejemplo, si sería feliz o si tendría unos padres amorosos. Al menos que él recuerde nadie le advirtió de los peligros de la vida, se lanzó a nacer sin más. Y luego, ya se encontraría con todo de golpe. Lo bueno y lo malo. Una de cal y otra de arena, así es la vida.
Al principio, fue más difícil. Se encontró demasiado joven, solo y abandonado. Sus padres murieron quedándose huérfano aunque por poco tiempo, todo hay que decirlo. Solomon, su padre adoptivo lo escogió a él, expresamente. Nunca supo porqué precisamente a él, y ya sea dicho de paso, a su hermana Vega. Su hermana adoptiva también, huérfana también, sola en el mundo, de padre y madre diferentes a los suyos. Ciertamente, habían formado una nueva familia de retazos rotos de otras, y el conjunto resultaba bastante feliz y alegre, en definitiva se sentían bien juntos. El problema solo existía en el colegio, cuando los otros niños se metían con él, diciéndole que su familia era la casa de los perdidos. Entonces, siendo él de sangre caliente ardía de rabia porque, ¡qué iban a entender ellos de estar perdidos en el mundo!. Tampoco ayudaba el hecho de que escuchara murmurar comentarios a los padres de los niños, de tal palo tal astilla pensaba. Que “como podía con todo él solo”, a Solomon se referían. Que esos niños necesitaban de una madre. Pues si la madre fuera esa misma que soltaba esas sandeces por la boca, mejor que se quedara callada un mes. Y qué suerte la suya de librarse de tener una madre tan metomentodo como esa.
Solomon, era el padre más atento y cariñoso del mundo para él y su hermana. Los tres se querían mucho, y hacían un buen equipo. Cuando llegaba a casa, le explicaba a Solomon las cosas que decían sus compañeros, lo que oía a los mayores, y su padre le escuchaba atentamente, con esa mirada sosegada y cargada de paz interior, que solo la gente sabia consigue con los años. Lo rodeaba con su brazo alrededor inmovilizándolo, y con la otra mano le revolvía el pelo. Liam, refunfuñando medio enfadado medio divertido, conseguía zafarse de la cariñosa agresión. Entonces su padre se ponía serio de nuevo, y le recordaba que mantuviera siempre la calma, aún sabiendo lo difícil que le resultaba. Veía en él una fuerza interior indómita, pero todavía demasiao salvaje, que pugnaba por hacerse con el control. Sus ojos verdes chispeantes de vida, eran valientes pero demasiado inexpertos. Pensó cuántas mujeres quedarían prendadas de esa mirada cuando fuera mayor y por ello, Solomon se recriminaba a sí mismo el pecado del orgullo.
Con los años tuvo que aprender a gestionar ese malestar hacia todo aquel que hablaba o criticaba a su familia, porque si bien tenía derecho a enfadarse, no se podía permitir perder los estribos a cada momento, ni mucho menos estar a merced de esos cambios de ánimo. Decía Dhammapada; “cómo una sólida roca no es agitada por el viento, de la misma manera el sabio no es turbado por la alabanza o el reproche”, le recordaba su padre a menudo.
Y con la madurez, vino la experiencia y la autogestión de las emociones. Su hermana Vega, siempre había ido por delante de él en aquellas cuestiones. Parecía aparentemente tonta porque parecía que todo le daba igual, sin embargo la realidad era otra. Su hermana siempre se ponía en el lugar del otro, empatizaba de una manera asombrosa, haciendo que pudiera desarrollar una auténtica compasión por los defectos y debilidades de los demás. Incluso con aquellos que sólo merecían una mirada de desprecio profundo, resbalaban a su alrededor, como si fueran agua y aceite. Asombroso. En ocasiones llegaba a casa, se desahogaba, y maldecía porque también era persona. Por lo tanto, lo asombroso era que aún les dolieran las palabras malintencionadas de los demás, por regla general se disentía de su propio ego, el que estaba realmente herido. El provocador le causaba compasión, al fin y al cabo, era un ser humano con sus propios problemas, su personalidad y sus vivencias, pero iba más allá su lógica, porque para su entender, una mala persona podía ser lista pero nunca inteligente de verdad, en el sentido profundo de la vida. Su comportamiento mezquino, delataba su falta de integridad pero también esa falta de inteligencia y comprensión de la vida. Aprendizaje que por desgracia, se suele asumir como consecuencia de experiencias más bien dolorosas. Nadie está por encima de nadie, ni nadie es superior a nadie, es solo una cuestión de tiempo, que todos lleguen al mismo punto, esa era su filosofía.
Así que muchas veces, cuando Liam estaba dispuesto a meterle un par de ostias a alguien, venía su hermana y con su mera presencia ya le calmaba, le recordaba quedamente cuál era su posición, muy por delante de los insultos de algún niñato malcriado.
Un día le sorprendió. Venía su hermana con el ceño fruncido, de clase. Una compañera, si se podía decir de esa manera, la había humillado delante de todos los compañeros, haciéndola quedar como una tonta ridícula. Entonces, según ella explicó, le propuso si por favor, quería irse a la mierda. Liam pensó sorprendido lo mucho que le había tenido que incordiar aquella muchacha, como para hacer saltar a su hermana de aquel modo, y tal cual se lo preguntó, el porqué de su reacción. A lo que ella respondió, que si se pensaba que era un ángel, se había equivocado por completo. Le hizo gracia ver a Vega fuera de sí, porque aunque le dolía que se metieran con ella, se daba cuenta que enfadada tenía el mismo aire que el de una niña con una pataleta. Mucho ruido y pocas nueces, pensó para sí. Es que tenía mal genio por mucho que lo quisiera disimular. Y así estuvo despotricando durante un buen rato hasta que se cansó, y luego como sino hubiera pasado nada, se le olvidó bastante rápido. No siempre la filosofía le daba resultado, y gracias a Dios que fuera así, a veces uno debe cagarse en todos los muertos para quedarse a gusto.
Solomon, un día le contó algo alucinante. A los dos, a su hermana también por supuesto. Por una lado, todos sabían que era un gran diplomático y político. Pero por otro lado, a parte de ese papel como personaje público, resultaba que era un maestre de una orden secreta, ultraantigua. ¿Cómo podía ser?, ¿Por qué nunca antes se lo habían contado? La respuesta de su padre fue que aquello era irrelevante hasta hacía pocos meses, cuando se había enterado entre las altas esferas que él frecuentaba, de una noticia que habría de cambiar el curso de la humanidad. Les contó que pertenecía a la Orden Omega, una orden que custodiaba un legado en forma de pergamino, y un códice. Evidentemente, los jóvenes se quedaron estupefactos ante aquella información. Aseguraba ser él el máximo representante del legado, del códice y de la orden. La cual había perdurado a lo largo de los años hasta el siglo XXIII, la actualidad.
La noticia que llegó a sus oídos se trataba del plan de Akuma Gesher, presidenta de Under Legacy, su ciudad y su mundo conocido. El objetivo de Akuma era saquear los recursos del planeta, hasta dar con un mineral altamente apreciado por la presidenta, y su comunidad, el Iridio. ¿Porqué Akuma Gesher iba a necesitar ese mineral, teniendo todo lo que necesitaban allí abajo, en su ciudad subterránea?, se preguntaban.
Under Legacy, era un antiguo búnker donde se refugió la humanidad después del apocalipsis, pero eso ya lo sabrás lector, porque tú que naciste en el siglo XXI lo viste con tus propios ojos, ¿verdad? El apocalipsis precedido por las guerras entre naciones, el cambio climático, la crisis de identidad moral de la gente, la falta de escrúpulos de los gobernantes, y los señores de las grandes compañías que podían comprar el tiempo y el futuro de la humanidad. Todos ellos acabaron con la vida en la Tierra. Algunas miles de personas se refugiaron en un gigantesco búnker que habían habilitado por lo que se veía venir, para solo unos pocos afortunados que ni eran pobres ni ricos, ni personas influyentes, solo para los que sobrevivieron. Fueron los que más corrieron hasta la puerta del refugio subterráneo, en un mundo donde solo prevalecía la ley del más fuerte, literalmente.
Otros miles de habitantes se esfumaron volando, o eso dijeron. Cuenta la leyenda que desaparecieron sin más, se esfumaron y nunca nadie más los volvió a ver. Liam y Vega conocían el relato, lo contaban en la clase de Historia. Ya habían pasado dos siglos, pero aquello fue un punto y a parte. Se lo cargaron todo, lo arrasaron todo, se autodestruyeron solos, y ahora su padre decía que la presidenta quería volver al exterior a buscar no sé qué.
¿Para qué? Afuera, según contaba el gobierno y los maestros estaba todo destruido, solo ruinas de un pasado remoto, por cierto bastante patético para una especie inteligente. Una vergüenza, vamos. Nadie en su país se identificaba con aquellas personas antiguas, tan ciegas en su avaricia como para provocar su propio fin. Muertes, destrucción, desolación, podredumbre, putrefacción, lluvia ácida, radioactividad, etc. Le resultaba increíble que Akuma propusiese siquiera una incursión al exterior. Sin embargo, su padre así lo aseguraba, y más que eso, les pedía ser partícipes de una misión arriesgada, que rayaba a la locura, condición mental en la que creía que había caído su anciano padre.
Liam y su hermana debían hacer llegar un mensaje a Erleak, líder de una ciudad que milagrosamente había sobrevivido a la hecatombe acontecida siglos atrás, y que además eran miembros de la misma orden como su propio padre. ¿Kybalion pertenece a la Orden Omega? le preguntó Vega. Así es, hija mía, le respondió con toda tranquilidad Solomon. Y siguió diciendo, yo soy el Gran Maestre. En consecuencia, vosotros dos, sois a parte de mis hijos, mis discípulos, para eso os he estado educando y preparando toda la vida, para tal día como hoy.
Los dos hermanos se quedaron mudos de asombro, más aún al ver delante de sus narices el pergamino y el códice de los que hablaba Solomon. Vega con los ojos abiertos como platos miraba a su padre a los ojos, buscando tal vez un pequeño guiño de complicidad, cualquier gesto que lo delatara como buen bromista que era. Nada, el maestre se mantenía impertérrito ante sus palabras, como rodeado de un aura distinta, más propia de un momento de gran solemnidad. Miró entonces a su hermano, buscando una explicación en él, tal vez él había entendido mejor la situación que ella, pero su hermano se había quedado de pasta de boniato. Y preguntó a su padre que significaba todo aquello. Acaso creía Vega, que las clases que él, su padre, le daba de telepatía eran algo normal, o que incluso habían sido adoptados al azar. Claro que no, porque el azar es solo casuística. Una causa, una consecuencia. Así que al adoptarlos había hecho dos cosas al mismo tiempo, por un lado les había dado el cariño y el calor de un hogar, y por otro lado, los había entrenado para ser los elegidos, y los futuros salvadores de la humanidad, claro que ellos no lo sabían hasta ahora, hasta aquel mismo instante.
Padre, empezó Liam, es muy fuerte esto que nos estás diciendo. De hecho, y sin querer faltar al respeto, quiero que me digas si has tomado alguna medicina que haya podido afectar tu entendimiento de algún modo. A lo que Solomon respondió, divertido por el comentario de su hijo, que se encontraba perfectamente bien de la sesera, y que ninguna droga había invalidado sus capacidades neuronales.
Le explicó quién era, pues provenía de una larga estirpe de maestres custodios del legado de la humanidad, protector de un pergamino valiosísimo, salvado de las llamas devoradoras del día final. Solomon, era un anciano con un gran poder mental, capaz de crear ondas de pensamiento tan potentes como para hacer estallar una ciudad entera. Con un don que había enseñado a su hija, la telepatía. Un hombre tan bueno como letal si se lo propusiera. Ahora les encomendaba a sus discípulos alertar a Kybalion de la invasión de Akuma y su ejército.
Los de la ciudad de Kybalion, eran aquellos descendientes de las personas que se decía se habían evaporado de la faz de la Tierra. Una locura todo. Sin embargo, Liam aceptó el plan, asumiendo el liderazgo de la misión. Vega naturalmente lo acompañaría en la aventura, pues estaba claro que alguien debía interpretar las enseñanzas del códice sagrado, para así dar con las puertas tridimensionales. Las puertas sólo se abrirían si conseguían superar las pruebas, y las pruebas solo se podían superar con ayuda del códice. Con la cual cosa, Vega debía en parte, guiar a su hermano y en parte interpretar las enseñanzas del códice.
De acuerdo con el plan trazado saldrían por un ascensor tubular situado en la cápsula maestra hasta el exterior del planeta, y a partir de allí buscarían la manera de llegar a Kybalion. ¿Cómo lograrían escapar por el ascensor? Eso amigos, es ya harina de otro costal.